
La venezolanidad del siglo XX
La venezolanidad es el concepto que define al gentilicio venezolano. Un encuentro diario con la historia, costumbres y tradiciones en la geografía nacional. Un modo de ser y de vivir, una manera de sentir y actuar […] La venezolanidad es también el orgullo de la identidad compartida.
Germán Cardozo Galué (2010)
Si bien la influencia extranjera marcó los inicios de la televisión en Venezuela, lo nacional comenzó a fusionarse paulatinamente con los formatos pioneros desarrollados en Estados Unidos. Así surge una pregunta clave: ¿qué fue eso venezolano que se hibridó con la televisión norteamericana? ¿Qué significaba ser venezolano a mediados del siglo XX y qué aspectos de esa identidad pasaron a la pantalla chica?
Es importante destacar que la nacionalidad es un concepto problemático y homogeneizador, que tiende a excluir elementos de las diversas culturas e identidades locales que conforman un territorio. Las identidades nacionales buscan consolidar relatos aparentemente homogéneos y simplificados, diseñados para garantizar la gobernabilidad y la cohesión social. Como se mencionó en la primera parte de este análisis, durante el siglo XIX, las élites venezolanas trabajaron para consolidar la noción de Venezuela como una nación libre y soberana. Sin embargo, hacia mediados del siglo XX, los ingenieros sociales de la época apostaban por modernizar el país y dejar atrás su imagen rural y atrasada.
La venezolanidad que describe Cardozo Galué, compuesta por “costumbres, historia y tradiciones”, estaba lejos de ser homogénea. En 1953, el país seguía siendo un territorio donde la mayoría de sus habitantes desconocía las costumbres y tradiciones de otras regiones. Aunque el sistema educativo implementado por Guzmán Blanco había logrado articular un relato histórico nacional en las escuelas, los espacios de intercambio cultural entre zonas tan distantes como Caracas, Ciudad Bolívar o Mérida eran muy limitados. Tampoco existía una industria cinematográfica consolidada, aunque por primera vez comenzaban a surgir iniciativas significativas para incentivar su desarrollo. Además, las elevadas tasas de analfabetismo –que según Mariano Picón Salas alcanzaban el 43% de la población en 1957 (Picón Salas 2012)– restringían el acceso a la literatura y la prensa entre las masas rurales y urbanas. Por otra parte, las precarias vías de comunicación y el fracaso del sistema ferroviario nacional dificultaban enormemente el intercambio cultural entre regiones.
En este contexto, destaca la “Fiesta de la Tradición” (1948), un evento impulsado por el gestor cultural Juan Liscano desde el Estado. Celebrada en el Nuevo Circo de Caracas, esta iniciativa reunió a artistas y cultores populares de todas las regiones del país, visibilizando costumbres y tradiciones muchas veces desconocidas tanto para el público como para los mismos participantes. Aunque este festival permitió un primer acercamiento a las expresiones artísticas regionales y a un relato más diverso de lo nacional, el contacto entre regiones siguió siendo escaso.
La televisión, el moderno invento de la época, se convirtió en el medio ideal para transmitir mensajes identitarios de carácter nacionalista. Abrió las puertas a intelectuales y artistas nacionales, brindándoles un espacio para hablarle al país, explorar su creatividad y representar historias locales. Lo venezolano comenzó a llenar las pantallas desde una perspectiva predominantemente capitalina, en la que el interior del país no siempre tuvo una representación justa. Las limitaciones técnicas, como la fragilidad y el volumen de las cámaras, y los recursos concentrados en Caracas dificultaron la inclusión de las diversas regiones y sus talentos.
A pesar de estas limitaciones, la televisión contribuyó significativamente a la construcción de una venezolanidad que, aunque en gran medida centrada en la visión de la capital, ayudó a forjar costumbres y tradiciones nacionales. Además, permitió que acentos, colores y hábitos locales –distintos de los mostrados en el cine extranjero– comenzaran a conocerse y compartirse en todo el país.

Soap Opera / Teleteatro / Telenovela
La telenovela no es sólo ni primariamente arte; es sobre todo espectáculo, diversión, transmigración a mundos ficticios, suspensión del tedio de la propia vida. Por eso hay que darle al espectador una fuerte dosis de realidad humana que no excluya siquiera la trivialidad, porque la vida humana es esencialmente trivial, aunque no sea sólo eso.
(José Ignacio Cabrujas 2002)
El melodrama se convirtió en uno de los géneros más destacados tras la llegada de la televisión a Venezuela. Inspirado en las radionovelas, que habían triunfado en décadas previas, y en las soap operas estadounidenses –patrocinadas por marcas como Palmolive y Camay–, este formato sentó las bases de lo que en Venezuela y la región se conocería como telenovela. Con tramas sencillas, una puesta en escena teatral y una duración promedio de quince minutos, las primeras telenovelas se transmitían en vivo y se consolidaron rápidamente como uno de los pilares de la televisión nacional.
Desafortunadamente, de esta etapa solo quedan crónicas y fotografías, ya que las transmisiones en directo no dejaban registro físico. Sin embargo, esta época marcó la transición de talentos de la radio a la televisión y el auge de actores formados en instituciones como la Escuela de Arte Escénico de Juana Sujo.
Con el tiempo, las telenovelas se transformaron en un vehículo clave para proyectar la imagen de Venezuela tanto a nivel nacional como internacional. Un caso emblemático es Kassandra (1992), transmitida en más de 120 países, doblada a más de 30 idiomas, y considerada una de las telenovelas más exportadas de la historia. Este éxito global fue posible gracias a avances tecnológicos como el videotape, introducido en los años sesenta, que permitió grabar y almacenar contenidos. Esto eliminó la dependencia de las transmisiones en vivo y abrió la puerta a la exportación de producciones venezolanas.
El videotape marcó un hito en la industria televisiva, no solo facilitando la internacionalización de las producciones, sino también promoviendo el intercambio cultural en América Latina. A través de la pantalla chica, las audiencias de la región comenzaron a conocer y compartir sus particularidades culturales, fortaleciendo una identidad compartida.
Fin de la parte dos
Referencias
Cabrujas, José Ignacio. Y Latinoamérica Inventó La Telenovela. Edited by Vicencio Gonzáles-Azuaje, Alfadil Ediciones, 2002.
Cardozo Galué, Germán. “Rafael María Baralt: filósofo social. Los orígenes de la venezolanidad.” Boletín Academia Nacional de la Historia de Venezuela, 2010.
Chalbaud, Román, director, Guerra de Mujeres, escrito por César Miguel Rondón y Mónica Montañez, Venevisión, 2000. Fotograma.
Marcano, Rodrigo. “Juan Liscano: tradición y folclor, cultura y humanismo (I).” Prodavinci, 18 Dec. 2023, https://prodavinci.com/juan-liscano-tradicion-y-folclor-cultura-y-humanismo-i/.
Picón Salas, Mariano. Suma de Venezuela. Fundación Editorial El perro y la rana, 2012.
Muy buen análisis sobre el constructo de la venezolanidad a través del melodrama televisivo. A través de las telenovelas históricas basadas en literatura venezolana pude descubrir muchos elementos de nuestra cultura. Como por ejemplo, Pobre Negro, dramático de RCTV y Estefania, excelente novela que hablaba sobre la dictadura de Perez Jimenez.